martes, 22 de marzo de 2011

Chau profe

Chau profe

Desde que la humanidad existe, las mujeres y hombres luchan. Unos luchan sólo por su subsistencia; otros por su familia, algunos adicionan allegados. Existen quienes luchan por la Patria o por la raza, la política, la religión o un equipo de futbol. Algunos
luchan para enriquecerse y hasta matan para hacerlo, pero hay también aquellos que luchan para liberar a algunos otros, de males y dolores, o bridar placer a esos otros: médicos, químicos, maestros, ingenieros, artistas.
   
    Hace apenas unos días, después de padecer variadas continencias, falleció Benito Brusser. El Cholo, hermano, maestro y compañero, asumía algunas de las luchas enunciadas arriba, pero se destacaba en poseer las ansias de lucha, que no todos los seres humanos usamos, la lucha por la defensa de la igualdad y la liberación para todos los otros. Y Cholo, además, poseía una profunda capacidad de organizar esa humanística lucha.

    En el último tiempo, cuando ya no podía salir por sus propios medios, lo visitaba
un par de veces por semana. Me pasaba toda información científica que lo conmovía, y estaba muy bien informado, inmediatamente el informe médico de su estado de salud, que no lo realizaban profesionales de la salud, sino él mismo. Esos, decía, usan el potencial para todo diagnóstico. Antes de seguir agrego que lo primero que preguntaba era por Marita y los chicos, esto lo digo para no recibir una puteada póstuma. El siguiente tema era sindicalismo y política o política y sindicalismo. Y ahí, a los postres, aparecían las grescas, que yo con habilidad, adquirida con el tiempo, pinchaba con parte de un verso de Machado y él comenzaba a recitar la poesía, decir cuando, donde y en que circunstancias  la había escrito. Algunas veces, le nombraba las tres primeras palabras del segundo párrafo de un cuento y al instante servía dos copitas de oporto El abuelo y contaba el cuento que era de Chejov y que lo había leído, a los 11 años, en el viaje en tranvía yendo al Mariano Acosta desde Villa Crespo donde vivía en una pieza de un viejo conventillo.

    Una de las últimas conversaciones que mantuvimos se refirió a ciertas consignas de sindicatos, que nosotros llamamos no burocráticos. Yo le pregunté sobre laindependencia de la patronal, los gobiernos y los partidos políticos. Mirá, me dijo, coincido con vos con lo de la patronal y los gobierno, esto último, más o menos, porque si llegamos al gobierno ¿Qué hacemos? Sirvió otras dos copitas de oporto y saboreó diciendo es a la única bebida que le siento gusto, es jodido ser viejo. Lo de los partidos, hay que tomarlo con pinzas, los dirigentes sindicales lo son porque los eligen los trabajadores, pero, ¿por qué los eligen? Los eligen por varias cosas: respetan las decisiones de las mayorías; porque tienen un olfato que prevén más posibilidades que la mayoría; porque tienen ideología y la ideología está en los partidos. No hay agrupación en ningún sindicato que no responda a algún partido político y esto es lícito. Los sindicalistas que luchamos siempre es en varios frentes: en sindicato, en el partido, en el club del barrio, en la cooperadora de la escuela de tus hijos hasta en una hinchada del equipo favorito. Te acordás, durante una reunión en la época de la dictadura, en que intentábamos reconstruir la conducción de Ctera, el secretario de DDHH se levantó y se fue y vos ingenuamente preguntaste: ¿se fue sin saludar, se enchinchó por algo? Y alguien contestó: dentro de media hora juega Vélez.

    Pero entonces, le pregunté: y para qué carajo seguimos levantado la consigna. Saboreó el resto del oporto y me dijo: es bueno que militemos en muchos frentes, con ideología, con planificación política, con organización aportada por todos. Lo que hay que hacer es no confundir los roles, como dicen ahora. Si tu agrupación gana las elecciones, el sindicato no debe ser trinchera ganada por tu partido. Si ganaste las elecciones, las ganaste para conducir a todos los afiliados, a los sin agrupación o de cualquier agrupación. Y nuca debemos creer que es posesión de mi partido.

    Che, te conté sobre mi primera lucha. Sin permitir que le diga: sí, más de veinte veces. Era el año 35, la gran huelga de los obreros de la construcción. Se iba a realizar una gran manifestación. Mi viejo, pintor de brocha gorda, fundador del sindicato anarquista de los pintores de obra, me dijo: mi hijo no puede dejar de participar. Y fuimos caminando por Caning para el lado de Corrientes. Me acuerdo que había mucha gente y de golpe aparecieron los cosacos repartiendo sablazos. Mi viejo me echó al hombro como bolsa de papas y rajamos. Como a las diez cuadras me bajó y yo me caí y me raspé la rodilla, el pañuelo de mi viejo quedó todo ensangrentado. Para mi fue la primer sangre de lucha.


Silvio Granovsky
22 de marzo de 2011